Los móviles y el fin del romanticismo
Un viaje nostálgico por la historia de los teléfonos y la deshumanización de las relaciones
- Recuerda que debajo de te dejo lo mejor de la semana y alguna recomendación entretenida.
- No me hago responsable de que rescates de alguna caja olvidada tu primer teléfono móvil.
- Frase de la semana:
Siglo nuevo, vida nueva
Seamos honestos, hubo una época dorada— recién estrenados los 2000— donde la tecnología era esperanzadora. Internet prometía hacernos la vida más fácil, simple. Mejor aún, prometía expandir y mejorar nuestras amistades, conectarnos como humanidad, hacernos más cultos… La palabra progreso no tenía connotaciones negativas. Por las calles se respiraba la ilusión de tener todo un siglo por delante lleno de grandes promesas y oportunidades.
Por entonces yo era tan solo una niña que pronto se convertiría en adolescente. Y como buena teenager miraba embobada el televisor durante horas para ver películas y series lideradas por mujeres bellísimas que llenaban de glamur la pantalla.
Recuerdo perfectamente como una de ellas camina con sus tacones de aguja por las bulliciosas calles de Nueva York, de su precioso bolso saca un pequeño aparato de doble tapa, lo abre y coge la llamada. Bum. Eso era, para mi yo adolescente, el futuro en el que me quería ver reflejada.
Pero como tenía que pasar mucho tiempo para que eso ocurriera, cualquier persona que quería contactar conmigo tenía que llamar al fijo de casa. Durante los segundos entre los que tu madre cogía la llamada y te decía “es para ti”, hasta que agarrabas el teléfono, había un mundo de posibilidades en los que se te aceleraba el corazón ante la incertidumbre. ¿Serían mis amigas? ¿o el chico guapo de clase para pedirme los deberes? ¿mi tía?
Sea quien fuere, tenía que pasar el filtro de mis padres, asique era mucho más fácil escribir cartas para intercambiar en clase. Lo que escuchan, cartas del puño y letra de adolescentes; llenas de frases y párrafos hasta construir textos enteros, letras llenas de emociones que compartir… una ñoñería inimaginable hoy en día.
Prácticamente no existía el ghosting porque las cartas se entregaban en persona. Si tenías un problema con tu amiga o noviete tenías un folio entero en el que poder contextualizar la situación y expresarte… ¿se imaginan? Todavía no existía la exigencia de las notificaciones y la inmediatez de Whatsapp, culpables de tantos malentendidos. De hecho, tenías tiempo para pensar qué decir sin meter la pata.
También podías poner a prueba tu creatividad adornando las cartas (yo me pasaba dibujos con una amiga), hacíamos cierta papiroflexia con nuevas formas para doblar, algunos chicos escribían los nombres a modo de graffiti… de cualquier modo, lo sexy aquí era tener una buena caligrafía y cuidar la presentación.
Pero no solo eran buenos tiempos para los adolescentes. Incluso si eras lo suficientemente adulto como para tener un número de teléfono a tu cargo, no tenía por qué significar que estuvieras permanentemente disponible, lo que te hacía indudablemente más interesante. Tu única preocupación era si alguien te había dejado un mensaje en el contestador. No solo éramos más misteriosos, también más libres.
Si conocías a alguien, tenías que fiarte de esa primera impresión y más adelante de las primeras citas, no te quedaba otra. Hoy en día basta con un rápido escaneo en Instagram para saber de qué rollo va, los viajes que ha hecho, e incluso pasadas vidas amorosas. Tú también conoces a alguien que ha descartado una cita por su contenido en redes, y si no la conoces, es porque eres tú.
Pero pasa casi una década y la tecnología sigue corriendo. Es el momento de Messenger, las Blackberry, y los SMS. Mensajes como XOXO en inglés, o (LL) en castellano era la nueva jerga para expresarse sin necesidad de escribir palabras, y lo más importante: de forma rápida y corta. Eran emojis con forma de letras.

Fue una época importantísima que cambió para siempre la forma en la que nos relacionábamos. Todavía la cámara de la BB (que vieja me he sentido al escribir esto) no era tan buena como para mandar imágenes, pero sí que el teléfono se convirtió en un esencial para no salirte de la conversación. Las llamadas se relegaron a cosas importantes, y los mensajes de texto se convirtieron en el rey de la conversación casual.
Se acabó la espontaneidad de las conversaciones en tiempo real, todo lo que dijeras iba a quedar grabado en el historial de la conversación. Comienza el almacenamiento de datos. Los mensajes empezaron a ser cortos, nada de florituras. Era el epílogo de un ritmo frenético que acababa de empezar.
La tecnología ya no corría, ahora volaba. Especialmente con el nacimiento de Whatsapp y la lucha por el control del mercado de Iphone, Android y nuestra nostálgica Blackberry.
Pantallas táctiles y el fin del romanticismo
Hubo un momento en el que los móviles dejaron de ser móviles para convertirse en pequeños ordenadores portátiles. En algún momento pasaron de ser un complemento guay a casi una necesidad para vivir en sociedad. Su función ya deja de ser únicamente conectarnos con otras personas, ahora es una herramienta indispensable, una extensión de nosotros mismos.
A partir de aquí los recuerdos que me servirán de ejemplo son mucho más claros y recientes. Como aquella pareja que conocí hace unos meses en Bali. Tendrían entre 55 y 65 años, estaban sentados al lado de nuestra mesa en el hotel donde nos alojábamos. Me vienen a la mente porque organizaban su viaje con mapas, panfletos con recomendaciones y hasta un libro sobre la historia de la isla.
Para ser sincera, me dio mucha envidia y nostalgia.
Envidia porque se encontraban trabajando juntos, organizando sus próximos pasos, empapándose del conocimiento necesario para marcar la ruta, subrayando lugares y redondeando restaurantes. Comentaban entre ellos aquellos lugares de interés, así como propuestas para el itinerario.
Nostalgia porque hubo una vez una época en la que si querías ir a algún sitio, necesitabas sacar el viejo mapa de carreteras del coche, y lo más importante, a tu copiloto para indicarte la ruta. Nostalgia por la caja donde mi padre guardaba los mapas, tickets y recomendaciones de los viajes que hacíamos cuando era pequeña, y por las veces que la abría cada vez que quería revivir mi viaje a Euro Disney, por ejemplo.
La tecnología es una herramienta excelente, pero muy individualista. Mi novio y yo organizamos nuestro viaje a Bali desde lugares diferentes porque la tecnología nos lo permitía. Basta con una carpeta en común y dividir tareas. No digo que esté mal, digo que pierde valor. Organizar un viaje, tal y como estaba haciendo esa pareja es una magnífica forma de pasar tiempo de calidad juntos. Siempre recordarán como planificaban los días desde aquella maravillosa mesa con vistas al mar.
Increíbles cámaras fotográficas
Desde que las cámaras de nuestros smartphones se han ido desarrollando, hemos sido capaces de subir fotos preciosas a nuestras redes sociales. Fotos que se comparten y muestran cierto lado de la realidad, el lado que queremos mostrar. De un mismo instante podemos hacer 5 fotos y quedarnos con la mejor para compartir con nuestros amigos. No solo elegimos el momento que queremos mostrar, dentro del momento elegimos la mejor perspectiva.
Bajo mi punto de vista esto trae dos problemas:
La comparación. Nuestra vida nunca va a ser tan increíble como la vida que muestra la persona con la que nos estemos comparando en redes. Porque por mucho que escojamos la foto perfecta, sabemos que nuestra vida no siempre es así. En cambio, no podemos decir lo mismo de alguien que solo conocemos por sus instantáneas, toda nuestra percepción sobre su vida se basa en esas pruebas completamente insuficientes. Esto crea una inevitable comparación, frustraciones y la sensación de que nunca nada es suficientemente bueno.
Vivimos para postear. ¿Te imaginas hacer un viaje y no subir nada a tus redes sociales? A mi por lo menos me parece una tarea difícil. ¿Cómo no voy a compartir una experiencia tan relevante para mi? Sería muy cínica si dijera que hago fotos únicamente por gusto. Muchas veces cuando reviso la galería automáticamente ya se cuáles son perfectas para un formato de stories. Me encanta hacer fotos, me encanta capturar instantes bonitos para revisarlos más tarde, pero no sé cuánto de ello depende el sentirme reconocida por los demás.
Todo es predecible
El móvil nos roba otra parte muy atractiva del ser humano: el riesgo. ¿Cuántas veces vas a un restaurante sin mirar las reseñas? ¿Sin ir con ideas preconcebidas de personas desconocidas sobre el menú? ¿Dónde queda el factor sorpresa? ¿Dónde queda nuestro propio criterio sobre si merece la pena o no? ¿Y qué si no acertamos? ¿Y la alegría de descubrir un nuevo lugar por nosotros mismos?
Permitimos que las experiencias de los demás tengan mayor credibilidad que las nuestras. ¿Sabías que las empresas pagan a gente para que pongan buenas reseñas? ¿Vas a seguir fiándote ciegamente de ellas?
Google Maps probablemente sea mi herramienta tecnológica favorita. Me ha salvado de muchas, y así seguirá siendo. Sin embargo, a veces vamos tan concentrados mirando la ruta para llegar al restaurante, que se nos olvida girar la cabeza a la persona que llevamos al lado.
Lo que quiero decir es que vivimos en un mundo donde buscamos el amor en una aplicación mientras vamos en el metro, en frente de otra persona haciendo exactamente lo mismo y ni si quiera nos damos cuenta. Estamos tan ocupados en mirar la pantalla que nos olvidamos de observar a nuestro alrededor la realidad. Nos conformamos con la facilidad de un swipe para decidir —y bajo barómetros muy superficiales—, si este sí o este no.
Desintoxicación digital
Te habrás fijado que en los últimos años la preocupación por la dependencia absoluta a lo tecnológico ha crecido. Cada vez hay más estudios que avalan que los contras están ganándole terreno a los pros. El teléfono ya no nos está facilitando tanto la vida, y ha dado pie a otros problemas.
Cada vez relacionarnos es más complicado porque todo lo que necesitamos nos lo da una pantalla. Hay muchos jóvenes completamente adictos a los videojuegos incapaces de reconocer y contentarse con lo que es una recompensa en la vida real. Hay personas que han visto más cuerpos desnudos a través de la pornografía que todos los que se podrían ver en la realidad en toda una vida. Vivimos más en digital que en carne y hueso, y nuestro cerebro no estaba preparado para ello.
Hay un proceso de deshumanización muy peligroso que se esconde dentro de las adicciones digitales. A veces es bueno recordar que el ser humano también se aburre, tiene viajes mediocres, come en restaurantes de carretera… y necesita ser sociable para ser feliz —con amigos de carne y hueso, a poder ser—.
Por eso hay un retroceso a lo vintage. Ahora lo sexy y guay es tener una cámara analógica. Guardar ropa de buena calidad de segunda mano. Adquirir vinilos. Comprarse los libros en físico. Hacer desconexiones digitales. Volver a lo esencial. A las bases. A la vida real. Es la única solución.
Y un consejo de regalo:
No hay nada menos sexy que estar en compañía de un adicto al móvil. Si tienes una cita, deja tu móvil en el bolsillo, ponlo en silencio y no lo vuelvas a mirar. Enfrentarse a un silencio incómodo es mucho mejor que estar en compañía de alguien que recurre constantemente a la pantalla. A las personas nos gusta sentirnos vistas, reconocidas, no lo olvides.
COSAS QUE ME GUSTARON DE LA SEMANA:
Ver nevar después de años
Volver a montar en mi bici recién arreglada, y con mucho sol
Ver trabajar a mi prima Cande por primera vez en mi vida. Te quiero y eres increíble
Ese té con Alicia para contarnos la vida
Volver a tocar el piano
Abrazar a los abus
Pasar tiempo con Clau
RECOMENDACIONES:
Pelis
Vi dos películas aparentemente opuestas: Sin novedad en el frente y Vaiana 2. Y si me tengo que quedar con una me quedo con Vaiana 2. Llamadme infantil si queréis. Ambas, a su manera, están muy bien hechas y son bellas estéticamente.
Sin novedad al frente toma una historia oscura, como fue la Gran Guerra, y la hace aún más oscura. Mi sensibilidad no me permitió disfrutarla del todo con tantas escenas de violencia explícita. Hay un momento feliz en toda la película y creo que dos chistes que te arrancan una sonrisa fresca entre tanto horror, ojalá hubieran sido más. Pero admito que la historia está bien contada. La tenéis en Netflix.
De mi querida Vaiana 2 solo tengo buenas palabras. La fui a ver con mi hermana pequeña. Es tierna, defiende grandes valores: la valentía, la familia, la amistad, ser fiel a una misma, amar la naturaleza… Además te entretiene. Para mi, de lo mejor que ha hecho Disney en los últimos años.
Música
Residente y Jessie Reyez te abrazan con esta canción.
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Esta nube está inspirada en la de Catherine (inglés) Your phone is why you don't feel sexy
Santiago Isla nos cuenta su vida sin móvil y me he replanteado comprarme un móvil de doble tapa, pero de los de antes.
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Que tengas una feliz semana
Me dio demasiada nostalgia leerte, me encantó ❤️👏🏻
¡Qué nostalgia! Muchas gracias por este recorrido por el recuerdo, ¡ains! 🥹