Soy una persona habladora. Me paso, de hecho, muchas veces. A veces hablo tanto que las palabras se me escapan de la mente sin ni siquiera pensarlas. También me pasa cuando escribo, todo lo que me queda por decir en alto, lo dejo por escrito. Pero últimamente intento prestarle más atención a otro verbo. El de escuchar. Nunca he tenido problema en dejar que los demás me cuenten sus historias. Otra cosa es que realmente escuche. Y cuando utilizo este verbo, lo hago como sinónimo de empatizar, dialogar, entender. Esto ya me cuesta más. Pero ahora que lo intento concienzudamente, me estoy llevando grandes aprendizajes.
Juzgar es fácil. Tener opinión propia casi que también. Escuchar sin manchar el discurso del otro con estas dos cosas se convierte en un ejercicio complicado. Pero me gusta. Me gusta que la gente con la que comparto mi tiempo se sienta en un lugar seguro para dar rienda suelta a su palabrería, tal y como…. Seguir leyendo Todo lo que no dices →