Me ha costado mucho escribir la nube de esta semana. Para ser sincera, esta carta iba a ser completamente diferente y la he tenido que rehacer hoy mismo, lunes, día que publico. Pensaba que seis días después de las inundaciones era momento de intentar llevar los pensamientos a otro lado y seguir adelante. Me equivocaba.
Hoy solo soy una, de entre millones de españoles, que no ha podido apartar los ojos de las pantallas desde hace ya seis días con el corazón encogido, lamentándose tanto como ciudadana, como periodista, de no poder estar allí echando una mano. No sirve de nada intentar mirar para otro lado: si no se lloran las heridas no se curan.
Además de ser una catástrofe natural, ha sido una catástrofe social, humanitaria y política. El horror es inconmensurable. Mis ojos no han podido dar crédito, todavía, al estupor que se ha ido cociendo día sí y día también en Valencia, retorciendo las tripas del resto de España.
Hasta hace una semana creía con firmeza que nuestros políticos, por muy mal que lo hagan, no son más que un reflejo de la sociedad. Al fin y al cabo, somos los ciudadanos quienes los han colocado allí. Sin embargo, tras la oleada de solidaridad de quienes no han dudado ni un segundo en ponerse en el pellejo de los que lo han perdido todo, nuestros dirigentes no solo no los han dirigido ni colaborado, han entorpecido.
Asique no, estos políticos no son el reflejo de las trabajadoras de la residencia de de Sebadí, que subieron dos pisos con el peso de 124 ancianos a sus hombros para que no murieran ahogados. Ni de Daniel Burguet, el profesor que salvó la vida de sus alumnos rompiendo la puerta del edificio de al lado con una pata de una mesa, sacándoles en cadena del que podría haber sido un destino fatal. Tampoco de las mujeres que se han pasado días cocinando en plena calle como pueden para alimentar a los miles de voluntarios que han dejado su vida aparcada para brindar ayuda y apoyo. Y así podría llenar al menos 10 páginas de un sinfín de relatos e historias anónimas verdaderamente trágicas y heroicas a la par.
Pero estas historias, aunque nos conmuevan profundamente y nos den un ápice de esperanza en la humanidad, no son suficientes ni tapan el hecho de que estas personas sean el único recurso que tiene Valencia. El pueblo salva el pueblo es muy poético, pero es una sentencia de muerte. El pueblo no se puede salvar solo, el pueblo necesita recursos. El pueblo valenciano necesitaba que los técnicos y las competencias políticas y empresariales avisaran desde por la mañana a ciudadanos y trabajadores que se resguardaran preventivamente en sus casas. El pueblo valenciano necesitaba ser conocedor de un protocolo eficiente ante riesgo de inundación. El pueblo valenciano necesitaba que una vez machacados por la tragedia, fango y muerte ante la catástrofe más letal de su historia, se desplegaran todas las unidades de emergencia necesarias para que las personas que han sobrevivido tras tres días flotando en el agua, o atrapadas en sus coches, salieran mucho antes de su horror. Y por supuesto, para no tener que lamentar la muerte de los cuerpos que se siguen sacando todavía hoy. Seis días después.
Para qué pagamos el cuerpo de seguridad del estado si no se moviliza inmediatamente ante semejante situación. Esto no va de colores políticos, ojalá fuera tan sencillo. Esto va de que hay una crisis, un hoyo, un pozo, una grieta kilométrica en el corazón nuestras instituciones políticas. Claro que hay enfado, claro que hay desesperación. Necesitamos una gestión que sí esté a la altura de tantas historias anónimas, de tanto horror acumulado en una semana.
En 2010 Chile aguantó un terremoto 500 veces más potente que el de Haití, pero mucho menos mortífero (711 fallecidos frente a los 220.000 de Haití). Las cifras son escalofriantes. La diferencia entre ambas es que Chile es un país preparado para grandes movimientos sísmicos cada 10 años, Haití llevaba más de 200 sin presenciar nada parecido. Japón también es otro gran ejemplo, llevan años preparándose para el próximo gran terremoto y su correspondiente tsunami, todo el mundo sabe que ocurrirá, es una certeza, el país está preparado. Eso es lo que salva vidas.
El cambio tiene que ser ya, así lo exige la incertidumbre por futuros desastres del cambio climático que se pueden considerar, en este momento, una realidad. Si no ha habido coordinación para salvar vidas, que la haya para al menos este imperativo: Esto no puede volver a pasar.
Además de las muertes y la pérdida de viviendas, la DANA se ha llevado la poca confianza que teníamos en nuestros representantes, en nuestro sistema político e institucional, en nuestra autoestima como nación.
Como dice Joaquín Manso para El Mundo, “entre los ciudadanos se ve unión y solidaridad; en los políticos, cálculo y maniobras”. Fallaron la prevención, la coordinación y la respuesta, veremos ahora la recuperación.
Si los políticos no son el reflejo del pueblo, que la unidad que nos ha dado esta catástrofe la usemos para exigirles el cambio y compromiso que necesitamos. Deben y tienen que estar a la altura de sus sueldos, de nuestros impuestos y de nuestra capacidad de reacción y solidaridad.
España siempre ha sido un país plural y lleno de contrastes, pero entre vecinos sacamos el barrio adelante. Que tomen nota los de arriba.
Cosas positivas de la semana:
Un niño deja esta nota encima de una de las miles de pilas que acumulan suministros enviados a la zona 0 desde todas los puntos de España.
Podemos evitar que esto vuelva a ocurrir, tomemos nota de quienes lo hacen mejor, como Japón.
Una frase: Mientras haya solidaridad, hay esperanza.
Esto no tiene nada que ver con la DANA, pero la semana pasada fui a ver la obra de Héctor Alteiro, “Una pequeña Historia”. Este hombre tiene 95 años y mucha historia, si pasa por tu ciudad, vete a verle. No te dejará indiferente
Si las condiciones climáticas te lo permiten, te animo a salir a las zonas naturales de tu entorno. Aquí en el norte los colores del otoño brillan fuerte. Dejo esta instantánea de mi familia disfrutando del campo, a ver si a ti también te arranca una sonrisa.
Por último, si te gusta esto de las newsletters te dejo 4 cartas en español que me han encantado de la semana pasada:
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Que tengas una feliz semana.
¡Gracias por descubrirme cartas maravillosas!
Que triste ha sido ver todo lo que sucedió en Valencia, y en medio de ese dolor, me hace sonreír aquella nota, la esperanza, la solidaridad. Un abrazo grande para allá ❤️🩹
PS: Vi a Héctor en Buenos Aires en año pasado. Un verdadero lujo verle en escena